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Las octavillas de Ignacio: Universidad y activismo político
Esta colección de documentos refleja el ambiente del movimiento estudiantil en Madrid durante el franquismo terminal
Soy poco dado a contar batallitas de abuelo Cebolleta, pero me piden unas líneas sobre esta colección y ello requiere hacer girar la moviola y viajar hacia atrás en el tiempo.
Cuando llegué a la Universidad, al principio de los años 70, era muy joven pero venía ya politizado de casa. Entrábamos en la fase final del franquismo y estaba dispuesto a contribuir a acelerarla, así que me puse inmediatamente a la labor. En muy poco tiempo hice un recorrido que a otros les llevó décadas: entrar en el Partido Comunista, abandonarlo (más bien salir huyendo) y recalar en el PSOE justo cuando este resucitaba en Suresnes. Así que, como muchos de mi generación, durante mis años universitarios dediqué mucho más tiempo a la conspiración y a la agitación política que a los estudios.
En aquellos tiempos la Universidad de Madrid era un hervidero político. En ella bullía una multitud de grupos y grupúsculos antifranquistas sobrecargados de ideología, la mayoría de los cuales proponía transitar directamente de la dictadura a la revolución. La cartelera era generosa: no pasaba un día sin una asamblea-mitin, una huelga o una manifestación, y la presencia de la policía en las facultades (los de paisano eran menos visibles pero más peligrosos que los de uniforme) formaba parte del paisaje.
"Dediqué mucho más tiempo a la conspiración y a la agitación política que a los estudios"
Al no existír whatsapp ni redes sociales, caminabas por los pasillos de la Facultad de Derecho sobre una alfombra de octavillas y panfletos de todo tipo. Unos convocaban huelgas generales a tutiplén, otros relataban con lenguaje truculento los últimos actos represivos del régimen o las torturas policiales en cualquier lugar de España, los más incendiarios llamaban a la insurrección armada o anunciaban la inminente llegada de la dictadura del proletariado, y algunos se engolfaban en arduas disquisiciones teóricas o en debates escolásticos inextricables sobre la naturaleza de la clase obrera como sujeto revolucionario o cualquier otra cuestión de rabiosa actualidad.
Por algún extraño motivo me dio por recoger los que encontraba a mi paso, tomar nota de la fecha y coleccionarlos. Lo que, además de inexplicable (muchos de ellos ya me parecían entonces tan detestables por su contenido como por su redacción), era claramente imprudente; siendo yo mismo un tipo fichado por la policía, no podía ser recomendable guardar en un cajón semejante material.
Entre aquella ensalada de siglas, un pequeño grupo de estudiantes de la Facultad de Derecho, apadrinado por Gregorio Peces-Barba, formábamos el único núcleo activo del PSOE en la Universidad de Madrid. No sin quebrantos, ya que, por entonces, la dirección de las Juventudes Socialistas estaba más cerca de la Cuarta Internacional (trotskista) que de la Segunda (socialista).
"La colección refleja el ambiente del movimiento estudiantil en Madrid durante el franquismo terminal"
A partir de 1974 y en el posfranquismo preconstitucional, mi actividad en el Partido Socialista me dio acceso a una copiosa producción documental, mayormente de consumo interno, que refleja todas las contradicciones de una organización recién rescatada del desván del exilio, más prestigiosa por su historia que por su implantación real, que trataba de situarse en condiciones de ser el partido hegemónico de la izquierda en la democracia –como efectivamente sucedió- pero en la que el vocablo “socialdemócrata” aún era un estigma, cuando no un insulto. Aquellos documentos fueron a parar también al cajón de los recuerdos y allí han reposado durante los últimos 45 años.
La colección que ha querido rescatar la Fundación Felipe González comienza, pues, en los primeros 70 y alcanza hasta las vísperas del alumbramiento constitucional. Por un lado, refleja el ambiente del movimiento estudiantil en Madrid durante el franquismo terminal; por otra, los primeros pasos, aún titubeantes, de un Partido Socialista renacido y reciclado (podría decirse sin exageración que refundado) por un equipo de dirigentes jóvenes liderado por Felipe González.
Todo lo que sucedió después es historia conocida.